¿Por qué las lechuzas rondan tu casa? Mitos y realidades
Las lechuzas, con sus ojos penetrantes y vuelo silencioso, han capturado la imaginación humana durante siglos. En algunas culturas, se las considera símbolo de sabiduría, como en la antigua Grecia, donde acompañaban a Atenea, diosa del conocimiento. En otras tradiciones, su presencia se asocia con augurios oscuros o incluso con la muerte. Pero más allá de los mitos, ¿qué las atrae realmente a los entornos humanos?
Razones naturales detrás de su presencia
Fuente de alimento: Las lechuzas son depredadoras nocturnas que cazan roedores, insectos y pequeños reptiles. Si hay plagas cerca de tu hogar, es probable que las lechuzas lleguen en busca de comida. Su presencia, lejos de ser negativa, puede ser beneficiosa al controlar poblaciones de ratones o alacranes.
Refugio seguro: Árboles frondosos, graneros o techos abandonados son lugares ideales para anidar. Si tu casa está cerca de zonas rurales o con vegetación, las lechuzas podrían verla como un hábitat temporal.
Territorialidad: Algunas especies, como la lechuza común (Tyto alba), defienden áreas de caza. Si una se instala cerca, podría ser señal de que el entorno es rico en recursos.
Desmontando supersticiones
Aunque se las relacione con maleficios, no hay evidencia científica que vincule a las lechuzas con eventos sobrenaturales. Su canto estridente —producto de su anatomía vocal— y su costumbre de posarse en cementerios (por la quietud de estos lugares) alimentaron leyendas, pero son simplemente adaptaciones biológicas.
¿Debes preocuparte?
En absoluto. Las lechuzas son animales tímidos que evitan el contacto humano. Si una aparece con frecuencia, valora su rol ecológico: son controladoras naturales de plagas. Para disuadirlas sin dañarlas, evita luces brillantes por la noche o sella posibles entradas a áticos.
Conclusión
La próxima vez que veas una lechuza cerca de casa, recuerda que no es un fantasma ni un mensajero de mala suerte, sino un fascinante depredador que cumple una función vital en el ecosistema. La naturaleza, una vez más, nos demuestra que sus "visitas" tienen explicaciones mucho más simples —y valiosas— de lo que creemos.